El extraño (parte II)

Manos

[Pulse aquí para leer la Parte I]

Recordé que mi móvil no tenía batería y dudé de seguir a casa o tomar un itinerario más transitado. Correr me parecía ridículo. No había pasado nada. Estaba exagerando, simplemente me había alarmado porque un desconocido caminaba detrás mía, aunque nunca me había pasado algo así.  Decidí cruzar Romero Donallo y continuar hacia Sánchez Freire por la ruta habitual. Pensé en el cíber abierto donde solía haber gente jugando a videojuegos en red de madrugada. Podría entrar con la excusa de comprar algo y esperar a perderlo de vista.

A llegar a la esquina, noté que nos separaban unos quince metros. Le oía caminar.  ¿Y si me atreviese a girarme? Aquel pensamiento me inquieto. ¿Querría dinero? Intenté recordar la última vez que me había peleado. Aquello quedaba lejos y no creo que pudiese considerarse una pelea. Aquel tipo no era un gigante, pero tenía algo extraño que me daba miedo. Me preocupaba la idea de que me acompañase hasta el portal. ¿Y si se empeñase en entrar? A lo lejos vi el cartel del cíber, y la persiana bajada. Empecé a arrepentirme de no haber elegido otro camino.

Mi portal estaba a tres minutos, quizá menos a aquel paso. Pensé que debería prepararme para que ocurriese algo. ¿Qué esperaba? Imaginé como sería golpear a alguien y se me tensó el estómago. Al fondo se distinguía el edificio de mi casa. En el bolsillo palpé las llaves. Calculé el tiempo que me llevaría abrir la puerta, entrar y cerrarla detrás de mí. Quizá no le diese tiempo a llegar. ¿Qué haría luego? ¿Se iría?  Aceleré un poco, pero algo me decía que no debía correr. No sé si él también aceleró o yo sólo escuchaba ya el ruido de sus pasos. Quería saber qué hacía, a qué distancia estaba, pero no quería volverme.

Saqué las llaves, me temblaba la mano. Oí un ruido detrás. Me giré. Estaba enfrente, podía verle la cara. Los ojos fijos, el gesto inexpresivo, como si estuviese mirando a través de mí, como si yo fuese otro escaparate. Sus manos en los bolsillos. La llave ya en la cerradura. ‘¿Te puedo ayudar en algo?’. Fue mi estúpida frase. No hubo respuesta. Se acercó. Noté su respiración sobre mi cara y después su frente húmeda. Quiero recordar el olor, pero no había olor. Se me tensaron todos los músculos del cuerpo. No sé cuanto duró. Entonces, retrocedió y volvió a mirar a través de mí. Se giró y continuó caminando. Abrí la puerta y me metí en el portal. Respiré hondo, tenía la espalda empapada.

Al llegar a casa, con el corazón helado, me asomé a la ventana, sin atreverme a abrirla. Temía encontrar aquel extraño enfrente. La calle estaba vacía y me hundí en el sofá. ¿Qué había pasado? No sabía si había corrido peligro o si todo había sido la broma negra de un borracho. Encendí el televisor. Necesitaba  ruido, algo que me devolviese la sensación de realidad.

El extraño (parte II)

Deja un comentario