El novio que no conocía a Perales

 

Dani 2

Cuando nos conocimos, mi Lama no había escuchado hablar de Perales y el nombre  ‘Manuel Fraga’ le sonaba de los libros de la ESO, aunque no lograba ponerle cara. Con doce años menos y no siendo de Galicia, donde los niños reconocen a Fraga antes que a Pepa Pig, esas lagunas parecían naturales, así que no me alarmé y me convencí de que, al fin y al cabo, uno puede prescindir de Perales y Fraga sin que su relación se resienta. La ilusión de los inicios me impedía ver que las dificultades de esta diferencia de edad no habían hecho nada más que empezar. Pronto descubrí que, cuando escuchaba a Sabina, me miraba como si fuese Mocedades. Con El Canto de Loco y Despistados le vi las orejas al lobo, pero me recorrió un escalofrío cuando me pidió que le acompañase a un concierto de Auryn. A cara descubierta y en mi ciudad, superé esta prueba de amor. Su silencio al escucharme hablar de V me hizo darme cuenta de que nunca tendríamos esas encantadoras conversaciones de series que tienen todas la parejas. También me repuse del susto de descubrir que su madre estaba más cerca de mi edad que él y hasta me acostumbré a escuchar en las tiendas del barrio frases del tipo: ‘Nacho, pero si ya ha pasado tu hermano pequeño a por el pan’. Más complicado resultó llegar a un pacto lingüístico acerca del modo en el que tenía de referirse a mis amigos. El abuso de la palabra ‘señor’ me sacaba de quicio. Por si las cosas no fuesen bastante difíciles en Coruña, descubrí que mi Lama era el mayor de su grupo de amigos de  Miranda de Ebro. Allí me esperaba una banda de post-adolescentes que me miraban temiendo que les fuese a preguntar si todavía se dice molar, y que me invitaban a   eventos como la macarronada de San Juan. Quizá lo más humillante era la consideración de alguna de sus amigas, preguntándose en voz alta si yo me sentiría a gusto en aquel bar tan lleno de gente. Hoy mi Lama tiene 28, y puedo decir su edad sin sonrojarme. Sin embargo, me temo que las cosas se empiezan a torcer desde su lado. Hasta ahora nunca le he visto titubear cuando contaba que su novio tenía treinta y tantos, eso sí, casi siempre sin concretar. Sin embargo, amigos,  el 7 de julio se acerca, y los cuarenta pesan en la boca de un veinteañero.

El novio que no conocía a Perales

Deja un comentario