
Hola J.,
Imagino que te sorprenderá esta carta. Podría haberlo despachado con un mail o incluso un audio de whatsapp, ya sabes lo que me gusta grabarme. Sin embargo, esta vez me apetecía ese puntito solemne que da meter algo en un sobre. Además, fuiste tú quien me animó a escribir y, ya ves, ahora hago este tipo de cosas.
La última vez que nos vimos noté que me empujabas a que te dejase. Ya sé que tú no lo dirías con esta crudeza y que intentabas que fuese yo quien tomase la decisión; que conste que aprecio la elegancia del gesto. Además, he de decirte que no me pilló por sorpresa. Sospechaba desde hace tiempo que creías que lo mío no daba más de sí y, aunque reconozco tu honestidad, me parece injusto. Uno debería poder verte también cuando las cosas le van bien.
Ya sé que me has dicho que debo aceptar que mi vida funciona, que lo de los cuarenta te pareció un fake, una crisis de chichinabo y que deje de inventarme neuras, que las publique en Garisa y las comparta con los sabios de las redes sociales, que tú no me vas a montar ninguna fiesta sorpresa.
También sé que tengo a mi Lama, pero ya sabes que no es lo mismo. Él es un lama de la generación twitter y, cuando empiezo a divagar, pierde el hilo, se le van los ojos al móvil y me pongo nervioso. Entonces, me abraza porque cree que todo se resuelve con amor, pero yo también necesito palabras. Antes tenía cerca a mis filósofos de cabecera, pero últimamente no sé qué ocurre que no hago nada más que rodearme de gente práctica, de esos que sólo ‘gestionan’ y ‘administran’ y van por la vida con la palabra eficiencia todo el día en la boca.
Le he dado vueltas a lo de la ‘zona de confort’. Siendo honesto, me horroriza esa imagen, como si viviese en algún tipo de parque de bolas, saltando y esperando a que me recojan mis padres. Lo he hablado con algún amigo, ya conoces mi manía con las segundas opiniones, y todos te dan la razón, incluso mis hermanos. Sara, enseguida, ha aprovechado para arrimar el ascua a su sardina e interpretar tu invitación a ‘hacer locuras’ como un sinónimo de ‘hacer viajes’. Como tú, ella tampoco cree que comer moules en Bruselas puede considerarse ‘viajar’.
Para que veas que me tomo en serio tus consejos, he planeado la primera aventura: vacaciones en Islandia. Lo sé, estoy viendo tu cara de ‘no-has-entendido-nada’, como cuando te prometí correr riesgos y aparecí con la idea del crucero en familia. Ya me gustaría a mí liarme la manta a la cabeza y lanzarme a una selva llena de mosquitos portadores de fiebres, pero iremos paso a paso. Seguro que no sabes que en Islandia viven diez especies de ballenas. Tal vez la imagen de un cachalote no resulte demasiado amenazadora para ti, pero, al menos, reconocerás que Islandia tampoco es Suiza. Además, haremos trekking y quizá nos acerquemos a un volcán. Te enviaré un selfie, con lava burbujeante detrás.
Sobre el resto de los encargos, prefiero no hacer promesas. Lo iremos intentando. En fin J., sólo quería decirte que he entendido el mensaje. Imagino que tú estarás acostumbrado, pero comprenderás que no me resulte fácil contarle mi vida a alguien sin encariñarme. Ya sé que lo nuestro no ha sido una relación ni nada, pero tampoco es normal levantarme, pedir la cuenta y desaparecer. Necesitaba despedirme de alguna manera. Por cierto, ¿y tú qué harás ahora con todo lo que sabes de mí? Realmente tienes una profesión extraña.
Ahora que me marcho, no me da vergüenza admitirlo: alguna vez pensé en llamarte para una cerveza. No te ofendas, pero más de una de nuestras conversaciones pedían a gritos un bar. Te diré por qué no lo hice. De niño tuve algún profesor genial. De esos con los que me quedaba a hablar después de clase, pero luego los encontraba a la salida del cine o en la calle y no sabía qué decirles. Me daba muchísima rabia. Creo que nos pasaría lo mismo. En el fondo, sería romper la reglas y ahí afuera nos veríamos distintos. Si nos hubiésemos conocido de otra manera, seguro que habríamos sido buenos amigos y yo también tendría consejos para ti. No te rías, quizá te sorprendiese.
Aunque mi hipocondría haga que me cueste escribirlo, quiero decirte que espero volver a verte. Sé que te escucharé en la radio, en la tele y también que veré algunas pinturas tuyas, esos paisajes tan dramáticos y grises que te encantan, pero me refiero a encontrarnos en persona. Recuerda que me han regalado una bici, así que quizá nos crucemos en la ruta de Cecebre. En fin, imaginarte vestido de ciclista me ha hecho sonreír, y uno siempre debe irse de los sitios sonriendo, ¿verdad?
Me ha gustado conocerte, J.
Feliz 2017!