
Llegué evitando un lugar
al que no quería volver,
escapando de una ciudad
con el hueco de mi pasado.
Aterricé en un apartamento con sofá de hotel.
Encontré casados a los amigos viejos.
Descubrí que dormían con la tele puesta,
que su risa sonaba a minutos,
que siempre tenían ganas de cenar.
Pero hay invitaciones que traen vidas nuevas
y, sin saberlo, acepté una.
Bebí como se bebe cuando se quiere agradar
y acerté, besando a aquel extraño.
Con la maleta vacía,
pienso en el muro de La Madame,
en los charcos de Oza,
en una mañana de sábado que huele a pescado,
en los domingos rojo vermú,
en aquel amigo que llegó y se marchó el primero,
y que se ha quedado siempre que lo pienso.
Desde el primer día
guardé el billete de vuelta.
Por eso he vivido en la orilla,
a un paso del tren de las ocho.
Entonces llegaste tú
y contigo un parque,
un banco, un camino,
un lugar para quedarme.