
No sé cuánto duró,
lo que un café, supongo.
Volvíamos de nadar,
y tu ropa olía a cloro.
Las manos rojas, una bufanda roja.
Tú bebías chocolate,
yo rompía servilletas.
No recuerdo de qué hablamos,
pero todo estaba bien.
Nadie nos esperaba,
ninguno dijo ‘luego’.
Esa mañana fue perfecta y breve,
como todo lo perfecto.
Entonces no lo supimos,
nunca nadie lo sabe.
Si lo hubiésemos sabido,
si hubiésemos adivinado qué vendría luego,
seguiríamos allí,
evitando este recuerdo.
Café Fontainas, Bruselas
Julio, 2009
[+ poesía]:
Un lugar para quedarme
Algún tiempo más
La playa
Frágil
Agosto
El muro
2016
¿Buenos o malos recuerdos?
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