
Ahora venden televisores en el solar del Ciego.
A quién importa la historia de ese lugar,
Allí no se libró una batalla con caballos destripados,
ni un héroe pronunció un discurso
que levantó a la ciudad en armas.
No se habla del Ciego en las escuelas.
Solo fue otro trozo de tierra en venta.
Pero a aquel descampado llegó un muchacho,
temblando escribió una carta,
que rompió y enterró en pedazos.
¿Alguien recuerda su historia?
El muchacho volvió muchas tardes.
Escribió y enterró otras cartas,
que eran siempre la misma,
hasta que su miedo creció,
afilado como un cuchillo,
y se atrevió a librar su batalla.
Peces tropicales nadan en plasmas,
un escaparate de luz blanca y futuros perfectos.
No hay placas, estatuas ni flores,
pero los cimientos de edificios nuevos
guardan las ruinas de mis cartas rotas,
huesos y semilla de nuestra memoria.
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