Claro que le he dado vueltas. Quizá me quedé sin ideas o pensé que les aburría. Cualquiera tiene historias interesantes, pero uno no puede seguir así toda la vida. Nada es peor que convertirse en ese tipo al que la gente quiere ver callado. Además, cuando dices que tienes un blog, te sientes viejo, viejo y ridículo. Y ni les cuento si es un blog sobre nada, es decir, sobre cualquier cosa, como si me creyese uno de esos filósofos que van por ahí iluminando. Algún amigo me ha dicho que se moriría si dejase de escribir. Yo no. Quizá por eso me conformo con estos impulsos que vienen y se agotan. Cuando pienso en otros que lo han dejado, recuerdo a una chica. Creo que nunca se atrevió a publicar nada, aunque era buena. Sabía realmente de qué iba esto. También yo la animé. «Si uno tiene un don, debe aprovecharlo», le dije. Me contestó que no, que no lo necesitaba, ya se encontraba bien.