
Mi padre suele decirme que Montederramo va camino de convertirse en un pueblo fantasma. A mí me enfada su fatalismo, pero me da miedo que tenga razón, que en quince años no salga ni agua de la fuente. En 2014 se cerró el grupo escolar. Muchos recordamos cuando se restauró el monasterio para acoger una escuela de primaria. Un colegio en un monasterio, y no un hotel de lujo: el proyecto era bonito. En otoño visité las aulas vacías, todavía con dibujos sobre las mesas y alguna lata de coca-cola a medio beber, como si los niños hubiesen sido evacuados.
Cuando era chaval, Montederramo tenía ocho bares, una librería donde mis primos compraban el As y La Región, dos supermercados, un par de peluquerías, una tienda de zapatillas, una carnicería y hasta se montó un pub en un bajo, aunque sólo duró un verano. De eso apenas queda la caja de ahorros, ahora banco: siempre los últimos en irse. Hace siglos que cerró el cuartel, el refugio de montaña apenas tiene actividad y la hierba del campo del río donde nos bañábamos está tan alta que ningún padre sensato llevaría a sus hijos a jugar. La residencia de mayores no consigue abrirse y algunas casas están vacías porque los abuelos se han ido a Ourense o a ayuntamientos con centros que funcionan. Sé que no escribo una crónica original, cientos de pueblos mueren de lo mismo.
El verano suele ser una excepción, sobre todo agosto. Las casas se abren, la plaza se llena de coches, los bares sacan sus terrazas y el pueblo recupera la alegría. Para varias generaciones, las fiestas de Montederramo ocupan un espacio simbólico en su memoria. El 15 de agosto es sinónimo de amigos con los que uno crece, de esos a los que ves casarse y con los que sonríes al encontrar a vuestros hijos jugando juntos, amigos con los que hemos ido descubriendo las cosas serias, esas que, cuanto más mayores nos hacemos, más necesitamos. De alguna manera o de otra, todos tenemos la sensación de estar en deuda con este lugar.
Montederramo se parece bastante a lo que uno se imagina cuando piensa en un pueblo bonito. Apartado de la nacional, en un valle de robles, castaños y abedules, con prados donde pastan terneras, un monasterio imponente en el centro, bordeado por un río que baja de la sierra del San Mamede, y una plaza con su fuente de piedra y la Caracocha, un carballo centenario que nadie sabe las conversaciones que habrá escuchado. Sus fiestas han sido siempre modestas: una orquesta, puestos para niños, ‘solteros-contra-casados’, campeonato de subastado, tiro al plato y sesión vermú. Sin embargo, siempre han sido mucho más que eso.
Como las de tantos pueblos, la historia de sus verbenas está llena de milagros, de años en los que se organizaron en el último minuto, de presupuestos que no alcanzaban, de furgonetas que dejaban tiradas a las orquestas, de cortes de luz que apagaban la música. Y por mucha devoción que exista a San Roque, este tipo de milagros fueron todos de este mundo, obra de una larga lista de vecinos que los han hecho posibles. Si un pueblo es algo, es la suma de las familias que viven en él y Montederramo ha sido siempre cantera de gente extraordinaria. Quien quiera saber a qué me refiero que siga las aventuras de Las Caracochudas, esas mujeres que lo mismo montan un curso de risoterapia, que una clase de tai chi o la coreografía de La Bicicleta.
Este año apareció una pintada en la carretera que atraviesa el pueblo. ‘Señor Alcalde: Festas xa. Montederramo morre!!‘. Firmaba M. M. A tres días del 15, nada estaba organizado y se respiraba cabreo. Muchos dirán que los más enfadados somos precisamente los que vamos un par de veces al año, que llegamos a disfrutar y esperamos que los demás hayan hecho todo el trabajo por nosotros. Quizá tengan razón y sea una imprudencia opinar cuando ni siquiera vivo ahí el resto del año y se me escapan claves que el resto de los vecino conocen.
No sé si quedarse sin fiestas es grave. Seguro que Montederramo tiene problemas más serios. Sin embargo, los símbolos hablan del estado de ánimo, de la autoestima de un lugar. La noche del 14, mientras pedía una cerveza en el Bodegón, me daban envidia los carteles de fiestas de pueblos vecinos, aldeas más pequeñas que Montederramo, que se las siguen arreglando para tener sus dos días de alegría en verano. No creo que nadie tenga duda de quién hizo la pintada. No me refiero a la persona en particular, sino al tipo de gente. A algunos no les ha parecido bien. Un amigo me dijo que le parecía una cobardía, que las críticas a la cara y, si hay que reprochar algo al alcalde, se llama a la puerta de su despacho y se le suelta. Quizá tenga razón, pero a mí me gustó.
Cuando uno protesta es que todavía cree que puede cambiar las cosas. El día que las protestas desaparezcan será el día que se acepte que todo seguirá igual. Honestamente, ¿alguien cree que esa pintada es obra de un vándalo, de una mano con ganas de hacer daño, de desacreditar o ensuciar? ¿Es la pintada el problema? En dos días, la lluvia la borrará, pero no hay chaparrón que acabe con la desidia.
Este verano, las fiestas se salvaron en una tarde, de nuevo gracias a los vecinos. Alguien empezó a llamar hasta conseguir una solución y luego no paró hasta reunir el dinero para pagarla. No hubo orquesta, pero hubo música y verbena. El restaurante se llenó con cenas de amigos, los bares sacaron sus barras y se bailó en la plaza. En medio de la verbena, una chica se subió al escenario y pidió voluntarios para organizar las de 2017. En tres minutos se creó una comisión y se recaudó un pequeño bote.
No sé si se le puede exigir a un alcalde que le dé futuro a un pueblo. Los tiempos son los que son. Sin embargo, se le puede pedir que lo intente, que sea el primero, que inspire a los demás y que dé pasos. Un alcalde puede marcar la diferencia, todos conocemos casos; personas que han llegado con energía, con ideas, dedicando tiempo y viendo como algunas cosas salen bien y otras mal, sin miedo a pisar callos, con ganas de no seguir igual. En la verbena del 14 me llamó la atención que el reloj en lo alto del Concello estuviese parado. Me contaron que lleva meses averiado. Quizá sea tiempo de que alguien lo ponga en hora.
Que grande Nacho….
Gracias por expresar tan bien lo que todos sentimos
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Excelente crítica real sincera y verdadera animo
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Esto podías telo escrito vai 15 anos alomenos, daquela xa estaba claro….
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Este año 2016 estuve yo pinchando alli con discomovil-ourense el domingo 14 a la noche y el lunes 15 en sesion de tarde para los niños y despues a la noche otra vez. Intente hacerlo lo mejor posible. Ya se que no es una fiesta fiesta pero al menos hubo algo gracias a tres chicas que se molestaron e intentaron organizar algo a ultima hora y se merecen un fuerte aplauso al menos.
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David, tu trabajo fue estupendo. Muchas gracias por haber venido. Conseguiste que todos nos divirtiésemos y pudiésemos celebrar la verbena. Y, sí, esas tres chicas merecen un aplauso.
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