Adiós, capitana!

Capitana

Al pasar el cartel, recordé las veces que habré visto el pueblo desde esa curva y pensé que aquella debía de ser la primera que llegaba triste. Con todo, esa tarde sonreí porque sentía que, de alguna manera, había tenido suerte. Y es que las últimas veces que te vi estabas tan bien: cuando Alberto presentó su libro en El Cercano, aquel domingo después de subir al San Mamede o en mi cumpleaños, burlándote de mi miedo a los cuarenta. Pero sobre todo me venía la imagen de cuando volví a Montederramo, de esa tarde en la que te presenté a mi Lama y tú me obligaste a repetir tarta, con esa técnica de servir primero y preguntar después, sabiendo que quien tenías delante seguía siendo ese sobrino que salía del comercio con un melocotón en cada bolsillo.

Ese día, mientras aquel cura no encontraba la manera de acabar, yo te escuchaba quejarte de lo aburrido que se pone don Andrés y protestar porque Marcos quiere correr un maratón con un brazo escayolado, contarme que Patricia se va a estudiar a París, que José te achucha y está siempre pendiente, reírte de lo que sufre Víctor con el fútbol, que no puede verlo sentado, o hablarme de ese viaje a Salamanca para celebrar que Guille es médico. También me decías que prefieres no saber qué país estaría atravesando Alberto con la bici, y que María José conseguirá arrancar la tienda porque es tan vendona como tú, que eso se lleva en la sangre, y de como con Jorgete sigue la saga en el banco, que van ya tres generaciones. ¡Cuánto te gustaba presumir de la familia! Ahora nos toca a nosotros presumir de ti.

Camino de la Iglesia, acompañaba a mis padres detrás de Jorge, Alberto, Marcos. Al pasar al lado de La Manuela y El Alfredo, les vi con sus trajes y sus canas de padres y abuelos, y de pronto les recordé cuando era niño, tal vez corriendo al Galicia o regresando de la Franqueira, y yo orgulloso, seguro de que con mis primos y contigo nunca me pasaría nada malo.

Alberto nos hizo llorar diciendo que se iba una gallega tenaz, y mi madre no paraba de recordar lo generosa que eras. María José hablaba de cuanto te gusta mandar y tendrías que haber visto a tus nietos, lo que Montederramo ha supuesto para ellos. Todos buscábamos palabras para explicar qué tenías de especial y yo también encontré la mía: carisma. No frunzas el ceño, ya sé que eso se dice de los políticos, pero pocos lo tienen y a ti te sobraba. Y si digo carisma es porque dejabas marca, porque sabías ponernos metas, pero también aplaudir, premiar y hacernos sentir orgullo, convencernos de que nuestra familia es el mejor equipo al que uno puede pertenecer. Y ahora que la capitana se despide, el equipo sigue, sin peligro de desbandada, recordando la primera lección: estar juntos.

Ya sabes lo que me gustan las historias, como de niño podía subirme al mostrador y pasar esos sábados de invierno escuchándote hablar de la gente que entraba al comercio, con la radio y la máquina de coser de fondo. Y estos días nos damos cuenta de que nos has dejado mucho más que recuerdos, nos has dejado historias; historias para volver a estar contigo cuando las contemos, para reírnos en las comidas de domingo, historias que llegarán a los nietos, a los bisnietos, a los Mojones y Cacharrones que vengan en el futuro. También ellos te conocerán y entenderán que la historia de esta familia sería muy distinta sin Camila.

Adiós, capitana!

Un comentario en “Adiós, capitana!

  1. Avatar de Marta Marta dijo:

    Gracias, gracias porque sabes escribir como nadie y reflejas en tus palabras muy bien todo lo que nosotros pensamos de ella. Sé que tu también la querías mucho, y es que no es para menos. Ella se ha ido pero nos quedará todo lo bueno para el recuerdo. Un besazo Nacho.

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